Periodista
Hola, como están? Hoy quiero compartir con ustedes sobre los servicios que recibimos en los centros clínicos privados. Recuerdo que de niña cuando visitaba, en compañía de mi mamá, alguna persona internada en una clínica, la limpieza, el silencio y el servicio que dispensaban los trabajadores, sobre todo eso, el servicio.
Médicos especialistas y generales, enfermeras, personal de cocina, guardianes, camilleros, etc. eran diligentes, de trato afable y muy respetuoso.
Ahí decíamos, radicaba la diferencia entre un centro privado y uno público.
En este fin de semana la mayor de mis hijas, Gabriela, enfermó y hubo necesidad de ingresarla en el centro médico más antiguo de la ciudad y muy visitado (acepta todos los seguros médicos).
Para comenzar, me fue bien. Una enfermera muy buena, y que ya conoce a mis niñas por sus nombres, llena de dulzura nos llevó a la habitación disponible, un "semi-privado". Habitación 208, tres camas, dos mesas de noche, un baño, un televisor, tres sillas plásticas.
Continúo la descripción, a pesar de tener aire acondicionado y un abanico de techo hacía muchísimo calor. No tenia closet, el teléfono no funcionó en tres días que duramos allí.
Su ubicación: de un lado el inicio del pasillo hacia las demás habitaciones, en el otro el área de emergencias (escandalosa).
Una vez "instaladas" en la cama que quedaba, me vi en la obligación de dejar sobre ella el bulto con las cosas de la niña, un neceser con las mías y mi cartera, no tenia opción.
Al entrar al baño, no recuerdo a qué, pero si recuerdo lo sucio que estaba, no solo por la gran cantidad de basura que salia del zafacón, sino por que en las llaves de agua se notaba que tenían un tiempo que no pasaban ni un trapito por ahí, el jabón cuajado los delataba.
Le solicité a una de las enfermeras que por favor enviara a alguien a limpiarnos el baño y la señora llegó y en un ratito lo dejo no impecable (aceptable) pero si limpió el piso y se llevo la basura.
En la noche cuando me fui a bañar, tuve que pegarme a la mezcladora la ducha para alcanzar que el agua llegara, con dificultad, a mi cuerpo. Mi vecina, la de cama No. 2, me dijo que usó un vaso para mojarse y enjuagarse.
Así transcurrió el primer día.
El segundo, sábado en la tarde, ninguno de los tres niños, entre ellos la mía, se habían nebulizado, las dos niñas, incluyendo a Gabriela, estaban tan congestionadas que no podían respirar.
Voy a la estación de enfermería, al final del pasillo (recuerden, el teléfono no funciona) y me dirijo con cortesía. "Saludos" no hay repuesta. "Hola" nada. "Perdón, pueden ayudarme" me dan la espalda. Me voy ignorada por el grupo de enfermeras que les tocaba el "turno de la tarde temprano".
La razón, discutiendo cuanto cuesta hacerle un servicio a otra. Entre lo que decían "No hay servicios que cuestan 1,500 pesos por lo incómodos que son", "Yo no pago mas de 700 pesos", "Tu me ofreciste 500 y te dije que no, sin embargo no tuviste problemas en pagar 750 pesos a ella". "Era mi necesidad, que tu quería' que hiciera"."Bla, bla y bla".
Les juro no me conocí. Soy bocona, no me callo cuando siento lacerados mis derechos y exijo hasta conseguir que se me dé el trato que entiendo merezco.
Llego a la habitación y comienzo a relatar el suceso. Aparece la pediatra a dar su ronda y dice que no entiende porque están tan congestionadas las niñas, si se están nebulizando. Pues no, hoy no lo han hecho.
"Que?! Y como se van a sanar estos muchachos si no se le aplica el tratamiento como uno manda". La vecina de la cama 1, le cuenta lo acontecido en la enfermería. "No se preocupen yo voy para allá" dijo la doctora.
Minutos, pocos minutos después, nebulizador y medicamentos para las niñas. Primero a mi vecinita y luego a Gabriela, entonces encaro a la enfermera. Y me dice que "si la vi a ella", y sí, vi su cara, "que ella no estaba" me dijo. Mi respuesta airada: "Claro que sí, usted estaba y fue de las que me dió la espalda" no habló y se fue.
Su retirada fue quizás para evitar discusiones (que no creo le convenga con una periodista y mucho menos con una paciente) o para ponerme a pensar que realmente ella no estaba. Y sí estaba, su cara y pelo crespo corto no se confunden.
De inmediato, de ser ignoradas el trato cambió, hasta con ñoñería traban a los niños. El domingo la señora de la limpieza, muy cortés nos preguntó si podía limpiar con olor para no afectar a las niñas (buen punto a su favor), nos enseñó un zafacón que estaba en el pasillo para que depositaramos los desperdicios de alimentos y limpió el baño y las llaves. El jabón cuajado se fué
No me quejo de las personas con las que me tocó compartir la habitación, gentes muy buenas y con gran calidad humana, pero si me quejo por los servicios, me sentí en el hospital público San Vicente de Paúl y cuidado, ahí existen unos privados que son suites en las clínicas.
Me quejo de las clínicas por que es notorio que ven a las personas enfermas no como pacientes, sino como clientes y no debería ser así.
Un centro medico privado o público debe ser para brindar todo lo necesario para la recuperación del enfermo, entre estos buen trato, higiene y servicio.
No digo que todo el personal sea igual, pero esas enfermeras del sábado por la tarde me pusieron a pensar. "Es la enfermería una vocación o una profesión?" saque usted sus conclusiones.
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